Dije que no, te solté y me deje llevar por la carretera


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Cada cierto tiempo es la misma vida la que se encarga de reciclar o renovarnos.

Ayer escuché, por casualidad, cuando hablaban sobre la filosofía del TAO, de “dejarse llevar” por la vida, aunque muchas veces se piense que esto es una actitud pasiva, lo interesante es que es todo lo contrario. Dejarse llevar, mientras mantienes tu centro ¡es un arte!  En toda regla.

Entonces, me puse a pensar en todas las personas que han salido de mi vida este último tiempo, con sus respectivas consecuencias, yo, “dejándome llevar” por alivio, o por curiosidad.

Hoy, me resulta muy relevante reflexionar sobre las relaciones personales y esto de “dejarse llevar”. Muy por el contrario de lo que nos han inculcado sobre el amor y la amistad, nuestras relaciones, en general, son muy tóxicas, pero muy coherentes con el “tóxico doble discurso” en el que somos “entrenados” desde muy temprana edad.

No, no es cierto que el dolor nos redime, ni de que ganaremos ningún cielo, o que somos mejores aguantando toda clase de manipulaciones, chantajes, engaños o desprecios. No somos fuertes, ni grandes por tolerar esto. Tampoco lo es, la idea de que “dar es virtud” cuando no sabes recibir, o ¡lo exiges! y viceversa. No. De la misma manera que no es sano, abandonar cualquier experiencia solo porque no es placentera en todo momento. Para ir en carretera como el viajero cósmico que somos, hay que encontrar un punto de equilibrio. Siempre.

Hemos sido entrenados para vivir en un sistema constante de intercambio muy tóxico, en el que dejamos de escucharnos y de informarnos. Es muy importante y necesario revisar nuestro sistema de creencias a cada momento. Mirar hacia adentro más que hacia afuera, cuestionar la realidad y las imposiciones, no por rebeldía, sin más, si no por salud. Aunque nos hayan hecho creer que si lo hacemos somos egoístas, malvados, traumatizados o inmaduros. Nos sometemos de forma voluntaria, pero inconscientes, a toda clase de maltratos. Y no hace falta que te den un bofetón para hablar de maltrato: un “dulce” insulto a tu inteligencia, halagos a tu ego, condicionar tu autoestima a punta de caricias, aturdir tu conciencia, una relación interesada o una persona llena de vacíos que te responsabiliza de llenarlos, es suficiente, y maltrato.

Aprender a parar en tu ruta, cuando estas a punto de cruzar, o has cruzado esa línea roja que delimita una relación sana de una relación tóxica, respirar profundo y decir “NO” es lo más sano. Y un profundo acto de amor.

Dejar ir, es concentrarnos en nosotros, es abrazarnos muy fuerte y aprender quiénes somos, valorarnos, hacer valer nuestro propio derecho a equivocarnos, porque lo tenemos. Hay quienes se aprovechan de esta situación y se alimentan del miedo que nos provoca errar y “decepcionar” a otro. Creer en este miedo, es nuestra propia carencia.

Es importante saber que, siendo abundantes y trabajando nuestras propias carencias, vamos a generar un movimiento muy grande a nuestro alrededor, que se abrirá y expandirá, generando una onda muy sanadora en todos los niveles.

Eres único e irrepetible, querido rutero, querida rutera, no hay nadie como tú, por lo tanto, no somos comparables. Esa es nuestra máxima riqueza. Desde allí genera los recursos que desees.

Darnos cuenta de los intereses que tienen los otros en nosotros y nosotros en ellos – siempre habrá un interés, es importante que lo sepas – es fundamental para hacer crecer esas relaciones.

A veces la mejor manera de avanzar es alejarnos. Avanzar es alejarse de verdad.

Confía en que es un entrenamiento – muy ingrato e incomprendido – que como en toda carretera, está en constante cambio. No te preocupes, estamos en ruta, para crear nuestra carretera, para hacer o rehacer nuestro camino, para vaciar y volver a llenar nuestras copas, las veces que haga falta. De esto se trata.

Taty Méndez


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